domingo, 13 de enero de 2013

Said.

Entre tú y yo siete tristezas se sorprenden
(alma marina, curiosidad de palabras,
pasos recientes, biberones nuevos,
un triciclo, dos dientes y una escalera).
Son los que dan partida a nuestros lazos
un mismo vientre y los mismos pechos
ahí nos conocemos, desde la fundación
desde las edades líquidas e intranquilas.

Yo te abrazo como el aire, como el agua,
mi sangre lleva tu sal y mi sal tu sangre,
somos semillas de un mismo huerto
frutos salidos de la misma humilde rama.


Tu corazón tiene latidos de paloma
y el mío te vigila con vista de águila
desde tu primer y tambaleante paso
hasta la ultima gota de la ultima lágrima.

Te miro, tan lejano a veces, solitario,
perseguido de raíces que no son tuyas
ni fronteras que no acercan distancias
y sin que sepas te abrazo como antes,
te beso como ayer o como mañana
y caminamos juntos, ya no de la mano,
ni vestidos de color marino a la par,
sino como hombres, con siete soles
y una luna separando nuestras edades
somos tres, la nombramos hermana.

 Eres el último atardecer de mis padres
el que canta cuando canto y toca guitarra,
el bastón de alguna herida, el compañero,
el dueño de las estrellas que una vez contamos,
el volantin blanco, el carrete y el hilo,
el dueño de todos los balones y el gol,
socio del mismo cuarto y del té por la mañana.

Antes que llegue el tiempo de las moradas,
cuando elija tu paso el camino del viento sur
y mi rumbo siempre norte siga su curso,
te abrazaré otra vez, quizas como ahora,
cuando las paredes me comen las palabras
y te besaré como mi hermano, niño siempre,
herencia de las uvas y del mar y sus algas
eres mejor que yo, yo soy tu hermano que te ama

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